El cocinero Javier Pérez llega este año desde el restaurante El Laurel, en Ubrique, representando por primera vez a este pueblo blanco en Chef Sierra de Cádiz. Javier Pérez, conocido por «El nene», es uno de los veteranos en las cocinas del concurso, ya que ha participado en todas las ediciones del mismo. Sus platos han sorprendido al jurado, tanto por su sabor como por sus emplatados.
En esta cuarta edición, este chef ha decidido presentarse con un plato de manitas de cerdo rellenas de morcilla y boletus.
En la tercera edición no logró hacerse con el premio, pero sí se llevó el premio a «Mejor Compi-Chef», un reconocimiento a su compañerismo dentro y fuera de las cocinas del concurso.
Y es que Pérez sabe lo que es vivir entre fogones y todo lo que se cocina ahí dentro, ya que empezó en este mundo con 13 años.
Descubrimos a Javier Pérez

Nunca olvidará el primer plato que preparó él solo sin ningún tipo de ayuda. «Fueron unas croquetas que las tiraba contra la pared y rompían los azulejos». Nadie dijo que los comienzos fuesen fáciles…
Pero gracias a su trabajo y constancia ha podido llegar hasta donde está ahora, con grandes proyectos profesionales que lleva gestionando desde hace un par de años.
Javier Pérez se atreve a cocinar todos los ingredientes, aunque eso no quita «que me guste más o menos».
Y este cocinero sabe que donde está la sencillez está el sabor, por eso, sus platos favoritos son los huevos fritos o una buena tortilla de patatas. Y ambas comidas las maridaría con un «blanco de la tierra, en mi caso con un terrajo de Grazalema».
Tras muchos años dando de comer a los clientes, tiene muy claro que el primer plato de la Sierra que le daría a un turista que nos visita por primera vez sería un combinado de chacinas.
Además, el producto que se llevaría de viaje para no olvidarse de su tierra sería un queso de oveja merina.
Si entrásemos en su cocina, el ingrediente que siempre podremos encontrar es el aceite de oliva virgen extra. Un elemento esencial en la cocina de la Sierra.
Y para terminar y poner la guinda al pastel, Pérez no se levanta de la mesa si no es después de comerse unos buenos calostros de leche de cabra ya que «me recuerdan a la infancia y porque hoy día en el restaurante con la nueva maquinaria que hay, se consigue hacerlos de sabores y texturas inmejorables».